Tu no sabes
del pensar pausado
del vacilante vaivén
de las ideas.
Tu no sales,
no sales
a la audacia
que la dormida conciencia
no enajena.
Tu no sabes soñar
y digerir, mientras tanto,
la manzana.
Tu no sabes,
no sabes,
escabullirte en aras
de un sueño
que tuviste
y te dejó goloso.
Tu no sabes volar
y estar, al mismo tiempo,
cobijado.
Tu no sabes,
no sabes
perseguir
a la tenue mariposa
que ha dejado al volar
en raudo vuelo
un pedazo
de su propia piel
en los filosos dardos del rosal
que se viste de ignorancia,
y parar y tomar
el roto vuelo
y enhebrándose el alma
llegar hasta la calida
promesa de la aurora
con la feliz angustia
de quien ama,
herida,
y sin embargo,
enamorada.
Tu no sabes,
no sabes
devolverme la piel
que me faltaba.
Tu no sabes,
no sabes remendar
mi alma,
porque mi loco amor
aún no te enseña.