En la albura que crece
al despuntar la magia,
las lúdicas costumbres
urdirán sus esquelas,
llenándonos de aromas
en la manana nueva,
confiscando a las sombras
los sonidos que llegan.
Mientras en la fantástica,
prematura vigilia,
hacen de los cantares
las alegras consignas,
yo me asumo por siempre
aprendiz de poeta,
escudando de exilios
mi clamor de aura en vela.
El río que camina
certero como el día,
mira cambiar sus ondas
por el viento y la brisa.
La floresta se ríe
con la tarde que juega
y mi tristeza avanza
tras la luna que acecha.
Es que crecen las sombras
y yo marcho con ellas…