Si te obstinas en todo lo que callas
sin abrir esos cuencos de tu pena,
yo tendré por ventura la serena
potestad de callar sin pretensiones;
pues no nacen de ti las mil razones
de querer prejuzgar en la condena
y no entiendo el motivo que me legas
de no oírte decir tus sinsabores.
Si te obstinas, quizás, por lo que digo,
será mi complacencia de primera
pues te concederé libertad plena
para guardarte todos tus secretos,
pero quisiera oir, sin que me duela,
toda la majestad de tus decretos,
untados sobre mi, con la certera
voluntad de acallarme los derechos.
Porque si tu te callas y suspiras,
callas lo que merece ser callado
mientras yo voy haciéndome a tu lado
una coraza fría y sin medidas
para cuando me largue de por vida
de toda tu taimada hipocresía,
de no decir las cosas para luego,
volcarlas sobre mi todos los días.