Dentro de mi redención
el día se hace largo.
La epidermis,
huele a esencia de nardos.
La caricia se escapa
lentamente en mis manos
y unas lagartijas,
dentro de su encanto,
se acercan dejando
sorpresa y reclamos.
Yo, de pies desnudos,
entre canto y canto,
asumo plegarias
y extiendo mi manto,
donde tantas veces
extendí ese llanto
que me oprime el pecho,
con largos tentáculos,
y entre tantas culpas:
vuelo hacia los astros.
Corpórea en la cima
de los desafueros
me redime el viento
con traje ligero
y haciendo piruetas
vuelo, en desacato,
a las tantas lunas
los tantos «te quiero»
urgiendo a la vida
¡mi lucha y mis sueños!