Desde siempre,
la luna baña
los canales del agua
y la corriente fluye,
esparciéndose libre
por las calles,
llevando el fango
que siempre reverdece
más allá de los ríos
y sabanas
donde la hierba crece.
La palabra,
cual dádiva de fe
de algunas almas,
corre también su rumbo
y su corriente.
Así también
resucita en el pecho
la voz que habla,
sabiendo los sucesos
y descubre visiones
que a todos pertenecen.
Entonces,
como cualquier entonces,
la palabra hace un mudo
y resplandece.
Se hace flor en el aire,
se hace vida en las virtudes,
se hace vigilia y canto,
se hace amores y mieses.