Aquellos libros tuyos
que quedaron ocultos
porque no oyeran más
nuestras voces hermanas
diluyendo su esencia,
se preguntan si acaso
el cansancio que sienten
es por no divisar
una mano que venga
y, descuidadamente,
lime el polvo de siempre
acuñado en sus lomos.
Aquellos libros tuyos,
sin poder distraernos,
se encuadernan de angustia
por no poder tenernos.
Oyen solo el silencio
de los ecos que fuimos.
Oyen solo los gritos
de una gran soledad
en sus repisas.
Aquellos libros tuyos
hablándonos de Patrias,
no se si volverán
a despertar sus letras,
en el encuentro eterno
que nos recibirá.