Nuestra conversación,
escampando entre los árboles,
ondula…
y sin pedir permiso,
sube por las ventanas
y se asoma
centrándose en el mismo
sin hacer, que ahora ondula.
Nuestra conversación
es siempre triste.
Parece un árbol seco
con las ramas desnudas…
Solo el viento estimula
el raudo movimiento
en los delgados tallos
que ahora ondulan
diciéndonos cuan triste
es pasar tantas veces
viendo los mismos nudos,
en la existencia larga
que tienen los recuerdos…
Esos que siempre llegan
cuando no los llamamos.
Esos que nos esconden
respuestas que buscamos
tras el candil extinto
de la gran experiencia
que, a diario, nos exculpa.
Nuestra conversación
parte de un repertorio repetido,
perdió la validez
de sus discursos.
Y, como rama seca,
va perdiendo la vida que le resta
entre nudos y nudos
de invariable protesta.