Ensombreciendo luces en el agua
van cruzando las nubes vespertinas
y una que otra estrella resplandece
en los amplios diseños de sus faldas.
Transparentes, ligeras,
asumiendo,
ceñirse al otro grupo, que, antepuesto
va cubriendo el pudor de las montañas.
Nocturno llega, sin aviso alguno
trasegando las horas que le aguardan.
Respira la floresta sus aires de domingo
cuando camina el tedio y, a sus anchas,
las ondas hacen su sonar de río,
dúctiles y pacientes cuando la brisa pasa,
mientras las aves vuelan desplegando
su canto y los murmullos de sus alas.
Los sauces, ahora grises, se miran en el agua
tejiendo cabelleras, cuando el viento
va soñando que baila entre sus trenzas largas.
Un poeta, a su paso, se detiene y los mira
alargando sus cuerpos sobre espejo que aman.
Es Nocturno vagando por entre sus espacios,
recorriendo el camino que le dictan los astros.