La Boda
La Boda

La Boda

Las luciérnagas se casan por la tarde,

cuando haces de luz,

los últimos, se someten

a la mansa vigilia de la noche.

Ya veo florecer las brillantes estrellas

cuando a solas camino por el patio,

cuajado de los nítidos olores

que los frutos esparcen

para la ceremonia.

Tiene entonces el acto,

la sublime presencia de las alas

con un zumbido mágico.

Ornadas mariposas se acicalan

como hermosas madrinas desiguales

luciendo, glamorosas, los diseños

en sin igual concepto de la gracia.

Cada invitado, entonces,

va ocupando su puesto

combinando su brillo o su arrogancia,

mientras puntos de sombra

van surgiendo

y hojas nuevas y viejas se engalanan.

Siento caer las gotas cristalinas

que una llovizna quieta

les regala.

Corre a avisar a otros,

la siempre bien vestida mariquita

con su rojo y negro lustroso,

atrevido e impecable.

Cuando llegan con paso igualitario

cien pies, mil pies desnudos

trazando la consigna de la marcha.

En tanto, hacen parejas las hormigas,

todas iguales también, la misma raza.

Todas con el unísono andar que ya convida

hasta la ceremonia que se inicia

detrás del limonero y las guanábanas.

Oigo cantar al gallo

con sus enérgicas alas despejando,

mientras canta,

justo a las seis en punto, los caminos

que llevan al altar

de flores y esperanzas.

Se apresuran a unirse los cocuyos

en un temblor de luces y de alas,

mientras la oscuridad en medias sombras

va pidiendo permiso al día que se larga…

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