Esto es, lo que ya somos
y seguiremos siendo,
simples juguetes
de nuestro propio impacto.
Nos tocan pocas luces,
y las tempranas sombras
nos echan al insomnio,
a la duda, al encuentro
de lo que no supimos,
edificamos, soñamos, sentimos
en nuestra propia concha.
Para nada amaneceres
que alguna vez predurab.
Para nada palabras
así de incomprensibles
por lo tanto esperadas.
Y nuestro tonto verso,
como ninfa abatida,
se niega a complacer
eses sueños que sueñan
con unir nuestro verbo
a una canción de siglos.
Esto es lo que nos toca,
porque entre los decires,
son pocas las palabras
que nos regala el alba.
La noche se termina
y pedimos al viento
recuperar las eras,
que no regalan nunca
una segunda vuelta;
a pesar de los llantos,
esperanzas y quejas.
Esto es lo que vivimos,
tempestades sembradas
al pie de los abismos:
de los sueños perdidos,
de viejos juramentos
que no fueron cumplidos,
ilusiones repletas
de dudas y extremismos.
Hoy, queriendo fugarnos
de nuestro propio asilo,
muy a pesar de todo:
aún somos lo que fuímos.