En las turbadas horas
cuando pierdo
el silencioso hilvanar
de los recuerdos
y sorprendo en mi misma
mi cansancio,
nadie pidiendo
cambiarme por sonrisas
ese tedio perenne
en que me pierdo.
En el constante yugo
de entregarme
hacia esa paz exigua
de mis noches,
nadie rompiendo el dique
que me lleva
a ese estruendo tremendo
de reproches.
En la vana incongruencia
de esas horas
mirando el deambular
de mis noctámbulos,
nadie clamando a gritos
mi presencia,
haciendo claudicar
mi gran ensayo.
En todas esas horas,
siendo presa
de la eterna y fugaz
melancolía,
ninguna sombra amiga
que me guíe,
y no encuentro tu sombra
mientras pasan
los minutos que llenan
mi porfía.