Tapara melindrosa,
resabiada,
dejas mi sed abierta
y, de tus aguas
la solazada búsqueda
de calma
que hay en mi desazón
y en mi garganta.
Tinajero, trinando
con tu son permanente,
alegras los anhelos
de los que van llegando.
De pronto:
súbitamente muere
la esperanza del agua
y todo tu, pareces
cual si estuvieras muerto.
E inexplicablemente
en ambos se fundieron
vergüenza, estupor
y desconcierto.
Tinajero:
¡dale agua
a esa tapara en celo!
Y dale a ese:
plim, plim,
que esta esperando
redimir mi garganta
de su anhelo.