Ayer tu sombra,
siempre vigilante,
permitiendo promesas
y desvelos.
Haciéndonos libres
de prometer,
comprometiéndonos.
Ayer tu luz rectora
iluminando espacios
en nuestras propias sombras.
Ayer,
la inefable complacencia
de oirte resucitar
hombres, nombres,
sucesos,
pequeñas y grandes historias
ceñidas a la gran proeza
de los héroes.
Ayer,
nitido ayer
ondeando en mi memoria
tan sembrado en mi alma.
Ayer, ayer
que siempre se contagia
con las horas
cuando me siento
revivir de nuevo,
plena de altruismo
y liberales causas.
Cuando tu voz
despierta y me acompaña,
mostrandome esta historia
que no acaba.