Hay Tantos Pinos
Hay Tantos Pinos

Hay Tantos Pinos

Hay tantos pinos

que requieres de muchos días,

dialogar con todos ellos.

Desde que están allí,

han visto cambiar el mundo

con sus muchas historias.

Historias sin importancia, cotidianas,

fantásticas historias

narradas en los libros

que, a veces, estudiamos.

 

Por la senda,

por donde hay tantos pinos,

alineados,

pasan parejas con sus perros,

a veces un hombre,

o un muchacho, o muchachos

detrás de la pelota que se alegra.

Otra, es una mujer

o una muchacha sola,

o una anciana.

A veces, pero pocas veces,

es la familia entera

si es domingo y hace sol,

también si no es domingo

y hace sol, y parece de fiesta.

 

Una vez, pasó un loco

pensando en sus loqueras

y otra vez pasó un viejo,

muy viejo,

pensando en sus memorias

y suspirando fuerte,

tal, como si quisiera

llenarse los pulmones

con todo el aire

que encontraba a su paso,

para poder respirar

algunos años más,

respirando la tarde,

con todo lo que cuesta

un respirar tan largo.

 

En el banco del río,

donde viven los pinos,

viene a pasear una viuda olvidada,

regodeada en su luto,

con un perrito gris,

pequeño y manso:

llevando siempre ella

la delgadez del perro

y el llevando su paso.

 

Por el bosque de pinos

con su senda de arenas

seguiran los que pasan

pensando en sus quimeras,

en sus amores idos,

en sus éxitos mudos,

o en el amor que llega

iniciando suspiros.

Divagando en pasado

o escribiendo futuros

con cada paso dado.

 

Mientras pasan, los pinos

se les quedan mirando.

Está el verde, más verde

en sus brazos alzados

y el azul más azul

en su horizonte ancho.

Y estando allí, erguidos,

mientras pasan

los que van caminando,

ni una sola mirada

estimula el contacto,

y los pinos se miran

sonriéndose, entre tanto.

Yo los miro y sonrio,

¿en que estarán pensando?

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