Ponte el sombrero marrón
que te pones a diario
y te queda tan grande
y tan pesado.
Arruga más la frente
y el pescuezo,
y las mangas redóblate
en el preciso esfuerzo
de venir a contarnos
tus antiguas memorias.
No te quedes en sombras
escondiéndote al día.
Cántanos tú
las viejas melodías
que algún hombre cantó
en la prehistoria.
Ya llevas tantos años
tantas vidas,
que te vas arrastrando
con las huellas,
incontables ranuras de tu sombra.
Sombrero caparazón
que te mantiene
con el mutismo grave
de el que entiende
de todas las verdades
de la historia.
Ven a contarnos cuentos
que nos hablen
de animales feroces
y de grandes
contiendas entre pueblos.
Tú, que viviste siempre
cuidándote el pellejo
tras la fuerte presencia
de tu escudo:
cuéntanos de batallas
y de oscuros
encuentros a la luz
de las estrellas.
Dinos por qué razón
fuiste testigo
sin dar un paso atrás
en tu camino,
sin dar paso adelante
en tu destino
de ser,
tranquilamente tú
pausadamente tú,
sin penas y sin glorias.