Si tu quieres,
mi pequeña,
podemos encontrarnos
en la hechura
de algún cuento
que sirva
para acurrucarnos,
antes del sueño;
o podemos, también,
contar ovejas,
de esas que cuentan
y recuentan
las consejas
que nos dan por no dormir
y son tan viejas;
o podemos seguir
contando historias
de esas que nos sabemos
de memoria:
¡ya nos las han contado
tantas veces!
O podemos, tal vez,
si te parece,
hilvanar los detalles
de la fiesta,
que no tendrá lugar
aunque parezca,
por falta de moneda
circulante,
podemos
juntas vaciarnos
en el caos
del infinito,
tratando de contarnos
las estrellas,
sin que nadie despierte
en nuestro entorno.
Podemos,
quizás,
alzando el torso,
y estirando las piernas,
lograr poner un pie
sobre la alfombra
y largarnos
los dos,
en esa tonta
placidez de callar
para endulzarnos.
O,
podemos,
darnos la mano,
caminar descalzas
y hacernos
de algún jugo
que nos plazca,
apagando esta sed
o destemplanza
de este seguir sin sueño
a toda hora.
O, podemos,
si quieres,
cerrar muy bien los ojos,
para ver los fantasmas
desde adentro.
Distraernos,
llevándonos al fin,
casi queriendo
a ese descanso breve
que tanto merecemos;
o, podemos,
olvidarnos del mundo,
amor,
y someternos
a ese glorioso sueño
que nos llama.
O, podemos
si tu quieres, amor,
mirar el alba
en la terca fluidez
de los desvelos.