Desde esta posición
en que te miro,
te me haces más mezquino,
menos sabio.
No depende de ti
mi pensamiento.
Hombre infernal
de contextura hueca.
Ya no resuena en mi
tu zigzagueante idea.
No hay en el mundo ya
fuerza más grande,
que la fuerza que tengo
entre mis alas
y aquí en mi corazón
para extirparte.
¡No creo!
¡No creo!
Toda grandeza y todo alarde,
inútil te será,
¡No creo!
Que murió por creer
tanta esperanza.
Dile al pobre que crea
en la miseria
donde no hay pan
para su hambre eterna
y crea,
creerá en ti
como una vez yo misma,
resucitada ahora.
Di al poderoso
que acepte las promesas
de un mundo para el
más brillante,
menos hostil,
más dócil.
Tal vez en su estúpida pereza
del ser que todo logra,
por que el dinero es hábil,
crea.
Sigue blandiendo
tus pensamientos puros
cuando tu mente toda
es un antro vicioso,
nada importa,
soy libre
libre de ti,
de tus cadenas.
Mi mente encontró ya
la narración perfecta
de ese verbo imperfecto
que me entró de pequeña
bañando mis ramales
y mis venas.
Soy libre
me he remontado ya
al éxtasis de ser yo misma,
inalterable y pura
fraternidad,
hermana de mi propia conciencia.