La S.N.

Mientras dormías,

entraban sin problemas,

buscando al “Creador”

de las ideas,

que insistía en escribirlas,

cada tarde.

Buscando cómplices,

quizás,

buscando documentos importantes.

Salías bruscamente

de tu cama,

presa de algunas manos

que nunca habías sentido.

 

Los colchones ya rotos

lanzaban hacia el aire

su blanda anatomía.

Cada cesto de flores,

que cuidaba la madre,

iba a dar contra el piso,

quizá también

queriendo dar al visitante

alguna pista,

algún nombre,

algún parte…

Así volaban libros y adornos

y la ropa de todo escaparate.

Mi padre hacía ya rato

que corría,

a través de la playa

solitaria,

hacia aquella guarida conocida,

carretera hacia adentro

de árbol y cocotales.

Mientras tanto,

los cestos

solo podían mostrar

lo que tenían:

sus flores,

sus ramajes,

sus raíces,

y una que otra lombriz

por despistarte…

Los rostros de los hombres

ocultos casi siempre

por las sombras,

nos miraban a todos,

con frialdad más intensa

que la que presentías

en sus armas.

Después del alboroto

se marchaban.

Deshaciendo el desorden,

nuestra madre,

sustituía jarrones,

cestos y materos

por unas latas vacías,

que luego pintaría

con orgullo,

para darle otro toque

a la mecería.

Luego,

visitaríamos al padre

en su escondite,

con la seguridad

de que escribía,

ahora mismo,

lo que vendría a sumarle

mas represión y cárcel.

Y allá…

En el viejo excusado,

justo amarrados

a la tapa misma,

quedaban los papeles

clandestinos,

un poco como riendo

de que la podredumbre

de allá abajo,

no pudiera elevarse

tan arriba.

También nuestros colchones

serían remendados

entre puntada y lágrimas,

resignación y cantos.

Sí,

cantaba la madre

como para apaciguarnos

esa canción de cuna

que todos escuchamos

y aprendemos más grandes

como un himno

que cantamos de pie

para escucharnos.

 

Yo supe de pequeña

lo frágil del hogar

y lo inconmensurable

de ser libres,

cuando manos arteras

te conectan

hacia la represión

de lo que piensas;

del sentir solidario

de inmolarte

por la más generosa

de todas las ideas:

que la Patria sea libre.

Que cada hijo de esta tierra

sientan la libertad

que nos legaron

aquellos que se fueron

de este mundo,

dejando al mundo.

Cada vez más justo

y más justa razón en defenderlo

del nuestro o del extraño

que lo ofenda.

 

Cuando decimos Patria,

decimos Padre, Hermano, Hijo,

y rezamos el Himno

que aprendimos

en la pequeña cuna de la casa.

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