Querida y tierna infancia,
te vas quedando atrás
día con día…
Qué lejos ese campo,
bañado por el tiempo.
Ese camino angosto
que llevaba hasta el río,
hasta las esperanzas…
Más allá de los cerros,
el diáfano latir
de una tarde de pueblo:
nubes que gravitaban,
inconscientes
pintoras de la tarde.
Qué lejos queda ya
la risa niña,
la pequeña coqueta
con sus trenzas hinchadas
por los crespos,
hecha nudos y vuelos.
Cabeza negra.
Turpiales, azulejos, colibríes
en la tarde que pasa.
Manada de palomas
al lado de la casa,
inquietud soñadora
de palmeras delgadas,
cocoteros audaces.
Hinchados bebederos.
Campanas seculares
de la iglesia cercana,
¡qué santa placidez,
la tarde de mi pueblo!