Esta existencia, Señor,
me impele a seguir viviendo,
y es ella misma,
mi vida,
la que me va consumiendo.
Esta existencia, Señor,
la que clama el moribundo
no es para mi bendición
¡que para mi es un castigo!
Esta existencia, Señor,
no tiene luz ni consuelos,
mi vida es un amargor
y es una estrella sin cielo.
Esta existencia, Señor,
esta que yace en enojos,
trúncala
lo quiero Padre,
cierra por siempre mis ojos,
aunque con ello,
mis manos,
dejen de ser lagartijas
por convertirse
en gusanos…