Noviembre desató,
casi con furia,
la lluvia repentina
cada día.
Con truenos y relámpagos
se almuerza cada tarde
arruinando los planes
que tenías.
Los niños,
mojados y sonrientes
van de aquí para allá,
hiriendo charcos.
Mientras vuela la lluvia
con la brisa,
bañando los espacios.
La otra tarde
llovió con tanta fuerza
que gotas congeladas
se rompían,
en cantidad de gotas
grandes, congeladas,
cristalinas y frías.
Mientras las manos
de los niños iban
en pos de la pequeña
maravilla
porque chupar granizo
es necesario
si quieres tener suerte
en esta vida,
se solazaba el gozo
entre las risas.
Milagro:
después de la tormenta
un hermoso arcoiris
nos brindó su sonrisa.