Cuando regrese del final de mi historia
y la luz del nuevo día no me humille.
Cuando pueda existir sin subsanar errores
y el frío de mis huesos no estimule
la frialdad de las dádivas y besos
que quisimos dejar tras de las sombras.
Cuando de mi existir, ni los reproches
tan llenos de consignas, me desnuden.
Cuando regrese de todos mis recuerdos,
y tu voz grata se perfile apenas.
Cuando se maximicen las disculpas
de lo que no fragüe para mi misma,
con mis albumes llenos de instantes conocidos,
volcaré en mis memorias
los cantos consabidos
sin que se abran mis labios a las notas
recurrentes, pérdidas, sin futuro.
Cuando regrese del fin de mi universo,
copiados los detalles del sendero
que camine colmada de ostracismo,
bendeciré las huellas que enseñaron
el siempre caminar mi propio ritmo.
Colmada entonces de la gran experiencia
que no te cubre para la nueva herida
esperare, alertada, por mi propia conciencia,
a recibir tu donación de antagonismo.
Cuando regrese de mis muchos tedios
para recuperar mis pocos bríos,
coseré a mi camisa de ilusiones
pequeñitos detalles que nunca fueron míos.
Cuando vuelva, cuando yo vuelva,
con mi afán de luciérnaga o centella,
todos esos fulgores de mis brazos
caeran lánguidamente de su estela,
y mi espíritu, en lasitud frustrada,
decantará los versos que le quedan.