Brillantes, trepadores
los reflejos,
me llevan con su luz
y en la mañana
retumban las mil voces
cantarinas,
donde nacen los árboles,
la brisa,
el trepidar feliz
de hojas y de alas.
Es blanca y transparente
la mañana.
La sotana de nubes
tempraneras
se adosa entre los pliegues
y el cerro majestuoso
se despierta,
besado por la brisa,
cuyos dedos de gasa
acarician
con voluptuoso vuelo
los capullos recién aparecidos
con sus mensajes nuevos.
¡Buenos días, día!
Saludo y me saludan
de vuelta las espigas.
Yo, desde mi balcón
les devuelvo el saludo,
mientras sonrío y pienso:
¿Con qué nuevos andares
para mis pies descalzos
ira el insomne trazo
de mi vida?