Sin Nisiquiera Saberlo
Sin Nisiquiera Saberlo

Sin Nisiquiera Saberlo

Sin nisiquiera saberlo,

supusiste

que yo era todo lo que tu querías.

Sin nisiquiera saberlo,

yo supuse,

que yo era todo lo que tu querías.

Así, sin objeciones,

nos juntamos y fuimos,

dándole a la vida,

un criterio tan humano,

tan correcto:

ser buenos padres,

eficientes obreros,

excelentes parientes,

grandes amigos, exquisitos huéspedes,

(tan exquisitos, amor

que fue posible

venir a visitarnos

y no desear marcharse)

nos quedamos también,

pensando en disyuntiva:

si seguir exquisitos

o ser maleducados.

Supusimos también

que si tus necesidades

humanas y divinas

iban por buen camino,

sustentadas aún

en el cansancio mismo,

todo estaría bien,

todo sería tranquilo.

Supusimos, casi todas las cosas…

Y con sólo suponer,

perdimos

la audacia de preguntar.

Honradamente:

cómo le va la vida al que se sienta

como todos los días a la mesa,

y luego de eructar

y cepillar los dientes,

se nos larga a la cama

a ver televisión,

o a perderse

en una mejor obra,

como para desintoxicarse

y ser paciente,

mientras la rabia,

por dentro, crece y crece,

porque no puede volar

tan a sus anchas,

porque su vida toda

es un gran disparate

de estrecheces,

porque lo llama el alba

y ya no puede,

abrir los brazos y volar…

Hasta perderse.

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