Cada vez que te hablo,
me persigue una duda,
rebotando en mis sienes,
elaborando tesis y antitesis,
desmoronando altares,
rehaciendo privilegios,
escondiendo motivos
o encontrando motivos,
o ensalsando momentos
sin ninguna importancia,
vistiendo de importancia
los más tontos momentos.
Cada vez que te hablo,
me persigue la incógnita,
escondida, indiscreta,
blasfemando…
Cada vez que te hablo
de razones,
con más miedo que nada,
me pregunto:
¿entenderás mi idioma?
Tu me respondes si,
somo sueles hacerlo,
pero no es el abrazo
de tu cuerpo solícito.
Más allá de palabras,
de caricias, de mimos,
Yo sigo preguntando:
¿entenderás mi idioma?
Sólo encuentro el silencio
en tus ojos cobijando suspiros…