Ceñidos los blasones del altruismo,
¡cuánta sofisticación y cuánto abismo
en lo que pudo ser y ha sido
dentro de lo real y los abismos!
Cuántos llantos aunados
a una sed prematura,
cuánto alimento aciago
para el alma y la fortuna
de recrear el mundo
que quisiste y te abruma.
Cuántos los redentores
que no serán oídos,
cuántas normas borradas
al pie de las noticias
que se inventan y cuentan
lo nunca transcurrido,
en busca de holocaustos
parados y escondidos.
Tras la perpetua máscara
del «no haber ocurrido»,
seguiremos blandiendo
la suma de principios:
sonrisa en las miradas
y en el alma el designio,
del no alcanzar ya nunca
lo que siempre quisimos.