De tanto trajinar
hice las huellas,
atada para siempre
a mis estrellas.
De tanto trajinar
cruce los puentes
que me llevaron lejos
de mis tontas querellas.
De tanto trajinar,
en mis auroras,
arropaba momentos
que se ignoran.
De tanto trajinar
lavé la alfombra
de tanto paso dado
que te nombra.
De tanto no existir
para mí misma,
fuí creando la gruta
y las consignas.
Y de tanto creer
que alguien pudiera
venir y rescatarme
de mis penas.
Encontré la manera
de equivocarme
de cualquier duro afán
por cautivarme.