Siempre fuimos
lo que ya no seremos:
buscadores de afanes
que estaban prohibidos,
los alegres cantantes
a la luz de la luna
soñando que soñamos
los sueños que sentimos,
las vocingleras voces
de un canto no nacido,
los no comprometidos,
los sin obligaciones,
los chistosos mejores
de ese pequeño mundo,
que llamábamos nuestro,
y nos pertenecía
más allá de linderos,
distancias y porfías.
Éramos ganadores
de un premio,
que hasta entonces
no se nos prohibía.
Pero la vida cambia,
y nuestros tantos sueños
también envejecían.
Hoy, las ya tantas canas
hablan de la experiencia
que llevamos por dentro.
¿Por fuera?
¡Sólo los cascarones
que aún siguen
siendo nuestros!