Y qué me dices tu,
cuando no dices nada,
abriendo las compuertas
de mi risa callada,
cuando todo libera
lo que llevas en aras
de la victoria tonta
que, algún día, alcanzaras.
Y qué me dices tu,
cuando se opaca el alma
y sientes el vacío
de las palabras mansas,
adosadas, en torno,
con sonrisas y lágrimas
de recuerdos frustrados
escribiendo las páginas
de un cuento largo, largo,
de un mirar que no acaba
de romper las cadenas,
cada vez más pesadas.
Y qué me dices tu,
si vertí en tu mirada
la mirada tranquila
pidiendo retiradas
a donde van las olas
escritas en mis páginas,
clamando por mareas
en lugar de calmarlas,
cada vez que las horas
se humedecen con lágrimas.
Y qué me dices tu,
cuando es tarde
en la zafra,
que, como siempre, aguarda
urgida de respuestas,
y preguntas buscadas,
en todo ese abanico
de promesas truncadas.
Y qué me dices tu,
si es tarde,
y todo cambia
como cambia la espuma
que no se acuesta en la orilla
de nuestra triste playa.
Esa que guarda todas
las sonrisas y lágrimas…