Permíteme un volar,
tranquilo y diáfano,
hacia otros horizontes
que me llaman.
Hacia rutas y mapas,
por mí, desconocidos,
tras esa tierra fértil
que ame desde el principio.
Permíteme que desdoble
mi silueta tranquila
en el alféizar
de la ventana vieja.
Permíteme el soneto
tras de la vieja reja
para escuchar airosas serenatas
recordando ese sueño
que faltaba.
Permite, con todo lo posible,
volver a despertar
en las mañanas,
cubiertas del rocío
y de la calma,
jugando a estar
de nuevo en nuestra playa.