Cuando la paz
nos rinde y, simplemente
hallamos el valor
de las sonrisas,
el corazón vibrando
nos recuerda
que aún nos queda mucho
de nuestra vida larga,
y es preferible
navegar fronteras,
encontrar los caminos
que nos unieron,
hacer propicio el pan
para la entrega,
encontrar en nosotros
sacrificios,
para llegar al fin
sin armas y sin guerras.
Cuando la paz
encuentra sus raíces
y se amarra a la tierra,
hay Padre Nuestro
en todos los rincones,
banderas ciertas
añorando zafras,
unión para vivir,
según las causas:
hermandad a los pueblos
que derivan
en futuro y justicia
de por vida.
Cuando la paz nos llama,
no hay frontera
donde no cante el Himno
de la querida Patria.
Esa grande y hermosa
que produce
sempiterna igualdad
entre las razas,
o entre pueblos hermanos
sin murallas.
Y cuando el pueblo oye
las altivas consignas
de libertad y unión:
nada nos falta,
más que el abrazo
de fraterno goce,
más que el futuro
que a todos por igual
llama y aguarda.
Cuando la paz nos llama,
a ella vamos
¡con la gloriosa fuerza
de alcanzarla!