Me gustó recordarte,
aún en lo muy poco,
que ahora te recuerdo.
Y me gustó vestirme,
con las alas que tuve
cuando la decadencia
me invitaba a soñar.
El viento con su soplo
dispersó mis intentos
y me quedé varada
a mis propios ramajes
sin volverlo a intentar.
Hoy me gustó sentir
que aún te llevo puesto
como un collar al cuello,
difícil de ocultar.
Tocarte, aún sabiendo
que siempre estás allí,
sin límites de tiempo,
ni penas por pagar.
Hoy me gustó sentir
que somos lo que somos,
sin los tontos preámbulos
de las coasa previstas,
intencionalmente escritas
en mi playa sin mar.
Hoy me gustó seguir,
sin horas y sin rumbo,
marcharme de puntillas
a algún seguro mundo
recrearme de entonces,
disfrutar hasta cuándos,
enumerar estrellas,
descoser firmamentos,
infiltrarme en el brusco
trajinar de los vientos,
entrar sola y descalza
en horas de penumbra,
a jardines ocultos
y jamás visitados,
guardando en sus aljibes
la receta de pétalos
fundidos al azar.
Imaginar que traje
las alas de las aves
cosidas a mis sueños.
Desterrar tus misterios,
y enterrar mis santuarios.
Fraguar un adiós firme
tristemente escondido
en mis viejos osarios,
para no naufragar.
Remover de mis olas
las algas del pasado
y encontrarme feliz
a pesar de mi caos,
y los tantos pesares
que me hubieras causado.
Entretejer mis antes
con mis nuevas auroras
y, a pesar de mí misma,
ser feliz por ahora.
Tan sólo por el soplo
de vida, que me implora
enterrar los fantasmas
y aprender a volar…