Desde las suaves olas
nace el eco
de milenios sembrados
en la playa.
Ahora baila la luz,
batir de olas,
derramándose en pliegues
sobre la arena clara.
Eres tú en mi herejía,
el robusto estandarte
que me ata,
y vuelo a tí,
sedienta y animada
tras las olas que llegan
y derraman
la tibieza en mis pies,
contentos de abrazarlas.
Y la luna se esconde,
a cada instante
entre una nube y otra
que la oculta,
mientras en el vaivén
se zimbra, augusta,
la canción de las olas
siempre grata…
Desde la suave brisa
nace el eco
de los cantos felices
en mi playa.
Y me parece el sueño
que no muere,
encontrarte, otra vez,
en mi morada,
cada vez que me llegas,
despacito,
arrullando mis sueños
de muchacha.
Esos que se perdieron,
hace tiempo
cruzando las fronteras
que hoy me llaman…