Debo aprender los nombres
que no me pertenecen
los que no tienen ecos
dentro de mi universo.
Aquellos que me atrapan
en un sin fin de signos
que no se descifran
para mis propios ritos.
Debo aprender los nombres
lejanos a los míos
en esta nueva tierra
que llama, en desafío,
de mis conocimientos,
mi edad, mi desconcierto,
mi temor, mi desgano
a apreciar estos grises
de los días nublados,
el frío y la certeza
de su idioma,
sus distintas normas,
sus costumbres e historia,
su paisaje y su canto.
Debo aprender la tierra
para pertenecerla
y ofrecerle un poquito
de mi propio legado.