¡Esta soy yo!
¡La que no tiene ganas
de oscurecer sus canas,
la que canta a la vida
lo mismo ayer que hoy!
La que vive dispersa,
y su mundo da vueltas
con las mismas protestas
que ya viviera ayer.
La que piensa en sí misma
desde la propia arritmia
que vive el corazón,
sintiendo que se apagan
sus luces y sus ganas
con la misma templanza
que trazara su hoy.
Y se va diluyendo
entre iguales abismos
aparentando siempre
lo que nunca forjó.
Porque la vida es eso:
un teatro al comienzo
y al final, el recuento
de lo que nunca fue:
sumisa, alegre, herida,
contenta con la vida,
esperando en los frutos
el regalo mayor.
Y esto aquí, sentada,
con recuerdos a cuestas,
que a nadie le interesan
más que a mi propio don
de guardar las memorias,
alegrías, tristezas,
¡como si fueran esas
mis medallas de honor!