Ayer
Ayer

Ayer

Ayer sentí el impulso 

de volar por los aires 

como cometa libre 

sin el timón de amarres… 

 

Ayer sentí tu pena 

tan lejos de la mía 

que corrí a saludarte 

para evitar porfías. 

 

Ayer, no era de nadie 

la tierra que era mía, 

las horas que ocupaba 

y la filantropía 

de escribir estas líneas 

que, alegre, leerías. 

 

Ayer fuen un Padre Nuestro 

mi mayor letanía. 

Las horas con su sombra, 

la luna triste y fría 

cayendo cual maná

sobre el río y su orilla. 

 

Ayer fue para siempre: 

uno de tantos días, 

en que vuelan las aves 

evitando lloviznas 

y las ondas giraban, 

tal vez, en perspectiva, 

hacia donde la brisa 

las llevaba o traía… 

 

Ayer fue un día triste, 

de esos que no se olvidan, 

porque se hizo tan largo 

que nos dejó en la vía 

de los tantos deseos 

y las tontas vigilias…

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