Hasta mis hasta cuando
y hasta mis hasta donde,
hay una frágil línea
que se esconde,
en cada vericueto
que, he tratado,
de voltear con mi musa
y sus santos legados.
Y no es que esté dispuesta
a la disputa
que se torna en el ser
de hacer los versos.
Es este, siempre niño
corazón que protesta,
por ese escaso margen
que le hace presa
a cualquier sentimiento
que ahora muestra.
Escribir, disyuntiva feliz
que siempre atraigo
a solitarias horas,
sin embargo,
escribo y ya sonrío
en desespero
de escribir y escribir
mientras me atrevo
a pensar más en tí
de lo que debo.
Y por puro optimismo,
voy limando
la molestia del no
y el ¡hasta cuando!