Virginales
las páginas esperan.
No han pecado jamás
llevando algún mensaje,
entregadas, resueltas.
No han perdido jamás,
antes de ahora,
lo imperfecto del vientre
que cerceno.
Desvisto vestiduras,
inquietando,
las visto de letargos,
tristezas, pesadumbres,
desacatos ambiguos
y dignos desacatos.
Siguen tan virginales
como nunca.
Blancas, blancas de alba,
ahora perturbadas, taciturnas,
tendidas a la luz,
del desamparo.
Luego duermo
mi sueño sin preámbulos,
clamando,
la paz de los sepulcros.