La brújula
se paró en los designios
y los vientos fingieron
marcharse hacia otros rumbos.
Era tardía la hora
de la desesperanza.
No hubo paz
que no oyera
los gemidos del campo.
Ni llanto a las espaldas,
ni piedad, ni agua clara.
Eran días de lluvia,
de copiosas mañanas
y las mañanas dieron
nas noticias que lágrimas:
suma de libertades,
encubriendo
protestas y esperanzas.
La brújula perdió su compostura
ir a Norte y a Sur,
igual le daba.