Yo ya no sé qué tanto,
ya no sé cuál herida
llevamos en el alma
previniendo los llantos,
alzándose a una lucha
que nunca más se olvida.
Ya no sé cuáles pasos
se apresuran,
buscando las migajas
de un carnaval llevando
pensamientos y vidas.
Desde no sé hasta cuándo
o hasta dónde me guía
voy al bosque silente,
su manantial me brinda
las aguas para un viaje
que hacemos de rutina.
Y, sin legarnos nada,
a la nada nos tira
para el propio sustento
o la propia vigilia.
Al pasar de los días,
ya no sé por qué cantar,
dentro del alma mía,
esa canción tan triste
que olvida la alegría.