Con cuanta suavidad
se van hundiendo
los tallos y las hojas
sobre el blando terreno.
La luz se va filtrando,
uniendo y desuniendo
las formas y perfiles
de la ribera al centro.
La tarde va cantando
en las aves que pasan
acercando a sus himnos
a su quehacer de magia.
La noche se empecina
en cabalgar ligera
liberando de azules
el ventanal del cielo.
Todo huele a floresta.
Todo canta a la vida.
Todo te atrapa el alma.
Todo engendra caricias.
Y, aquí, en la lozanía
de la vista, a tu paso,
van murmurando, quietas,
las horas del remanso.
Y allá en el horizonte,
la luna no esta presta
para entrar en la rama:
¡siempre así de coqueta!
Y como si supiera
que la noche la llama,
se esconde entre las nubes
hasta la madrugada
¡jugando sin jugar
a no ser encontrada!
Ahora, siente la paz del río
como pez en las aguas.