Escribiré mis propios epitafios
para luego oirlos en tu boca.
Ya no podrá llorar, mi alma rota
ni vendrán a buscarme tus agravios.
No dejaré mis palmos sin aliento
deleitándome el viaje hacia lo aciago
y cantarán mi musa en sus delirios
incluso ese verso que te hago.
Persistiré en la búsqueda insensata,
a través de múltiples quimeras,
de la fe que he tenido y que me ata
a esa inmensa mar que ahora me espera.
En ese frío y largo laberinto
que confinó mi frontera y tu frontera
para llenar de nubes los espacios
¡de nuestro mar intenso y sus riberas!
Trajinaré el orgullo de encontrarte
alguna vez lejano, a mi manera,
releyendo los versos que ahora escribo
¡sin excusas ni trazos que te hieran!