Los paseantes, sin prisas,
se miran en espejos
traslucidos,
llevando el mismo ritmo
de las aguas tranquilas.
Los bancos, en espera,
siguen su espera larga.
Nadie parece decidirse
a pararse a sentarse.
En los bancos,
cansados de estar solos,
campea la incertidumbre
de futuros encuentros,
mientras las arañitas
crean sus propias telas
y los insectos cuentan
las muchas tropelías
en las enanas selvas…