Aquí sólo hay libros
para borrar distancias,
cada uno hace historia
de lo que ya vivían,
de lo que ya vivimos.
¿Qué alma no ha encontrado
entre líneas, su infancia,
su pubertad, su hambre,
su potestad sin fuerzas
para lograr los logros
que parecieron suyos
y resultan de otros,
en maníaca promesa
de lo que nos sucumbe
o ayuda a sucumbir
sin darnos cuenta?
Aquí sólo los llantos
que siempre presumimos,
la insidia que enfrentamos
como cáusticos mitos
construyendo lo propio,
derrumbando lo ajeno,
lo irreal o lo injusto.
Aquí todo está bien,
mientras el llanto llora
su muy sufrida espera:
una justicia justa,
un hambre ya saciada,
una guerra acabada,
y una razon de todos
para acabar la usura.
Esa que compra mentes
y acaba con los predios
de ciudades y estados
de las Patrias y su gente.
Aquí todo es perenne:
hasta el odio y la envidia
se ponen trajes blancos
para rogar su misa,
mientras rompe en pedazos
las lecciones ya antiguas
que, alguna vez, oyeron.
Esas que hacían del verbo
¡las lecciones de vida!