En las más altas montañas
nuestro cielo parece más cercano,
y árboles y arbustos
trazan sus propias rutas
para seguir mirando, desde lejos,
las playas, y los campos, y sabanas.
Cielo y mar en un todo
que impulsa las miradas.
Oir los cuentos viejos,
largos como caminos,
es repasar raíces
en tierra milenaria.
Angostos manaderos
de rutas que se yerguen
en los altivos cerros.
Vigilando la velada
que siempre muere presa
de la arena y su magia.
¿Es la vastedad del tiempo,
la vastedad de la vida?
¿Extrañar los caminos
es doblegar, acaso la vigilia?
¿Qué pensarán las olas
que llegan a la playa?
¿danzan felices siempre?
¿Imaginan retornos,
confabulan historias
de reyes, de fantasmas,
de amantes, de caminos,
mientras danzan sus danzas?
¿O van tejiendo tristes
los recuerdos y cantos
que alguna vez vivieran
en los mitos y cuentos
que siempre nos cantaron?