Amamos y escondemos
las recónditas huellas
que nos identifican.
Cada cual en su juego
impertinente y nítido.
Tu haces caer mis alas,
yo hago cesar tu vuelo.
Y entre toda la entrega
que me legas, con ello,
ponemos los escapes
a un juego,
a su interludio,
que es, cada vez, más fiero.
Odiamos, quizá poco,
pero odiamos…
Algunas veces hasta logramos,
maniobrar el coraje
para odiarnos en serio.
Y buscamos razones,
que esquivamos a dúo,
cada cual en su centro.
Pero… ¿cuál es el centro?
¿Cuál es la puesta oculta
que aguarda algún regreso?
¿Qué caminos tomamos
tras la brecha
esperando el final
que no se ha escrito?
¿O, no nos pertenece por completo?