Ansiada la penumbra
para sumirte sola
en los recuerdos.
En tu rostro mestizo,
iluminado por la vela,
otean los silencios:
amalgama de versos
en tu alma
encontrando la luz
desde pupilas mágicas.
El viento pasa y dice
de todos los secretos,
acaricia tus trenzas
nacidas hace tiempo.
Desde la esquina
de tu perfecta armonía
casi sonríen los llantos
acostumbrados tanto
a tu largo silencio.
La vela te repite,
dos veces en las esquinas
desde donde ya emanan
con calor, las creencias.
Largas tus trenzas
y largos tus andares
de largas transparencias.
Eres tu, de ti misma
contemplada en la luz
de cada vela,
bailoteando en la pared
su cresta en llamas.
Eres tu aún,
renacida y de vuelta
a ese esperar soñando
a esa velada última
para la noche vieja.
Esa que nunca dice
lo que en verdad
te espera:
Una vez cielo claro
y otra vez nube nueva.