Me siento,
coloco el codo
sobre la mesa grande,
abro mi mano
y apoyo mi cabeza,
urgo entre mis cabellos,
alisando sus crespos,
miro hacia la ventana
que me cuenta sus cuentos,
en un batir
de agua, de gaviotas
que pasan,
de hojas desprendidas
y de nubes que
avanzan
trayéndome la noche
que dibuje mi alma.
Está triste la tarde,
no sé qué le pasa
¿Será que está cansada
de no encontrar palabras?
¿Será que ya no juegan
las luces en su alba?
¿Por qué tendrá la tarde
esa cara tan larga?