Hoy me dejé morir,
así, sin esperanzas.
Como el que ya ha peleado
toditas sus batallas
y ganar o perder
no estaba en su balanza.
Suspiré fuerte, fuerte,
admiré el paisaje
el mismo que saludo
entre mañana y tarde
según esté mi humor,
mi sentir o mi alarde.
Aspiré los olores
que entreteje, sereno,
el río entre los árboles,
las flores y los frutos,
la brisa y sus virajes.
Hoy me dejé morir,
como quien va de viaje
y no sabe lo eterno
que será cuando acabe;
y llevé solo sueños
y recuerdos y alardes.
Y sin mayor impacto
para mis fantasías
me subi hasta las nubes
sonriéndole a la vida;
y la vida, mirándome,
también me sonreía.