Hasta puedo soñar
que miro mis letargos
en un sueño feliz,
convenientemente largo.
Sentir la pertenencia
de mis propios lugares,
ceñirme a mis tristezas
sin mar, sin soledades.
Estar siempre de pie
con mi bandera al aire
sin escuchar promesas,
o proclamas que lances.
Y puedo, hasta pensar,
que no te pertenezco
en el caleidoscopio
de todos los desaires.
Y hasta puedo soñar
que no me tienes,
ceñida a la virtud
de despertarme.